LA AUTORIDAD Y EL PODER


Arranca febrero y con él uno de los torneos más seguidos de nuestro deporte, el 6 Naciones. Solera, tradición y emoción la que siempre nos regala año a año. Para los árbitros supone un reto y un honor poder dirigir encuentros del torneo más antiguo en la historia del Rugby, originalmente jugado por las 4 naciones de las islas: Irlanda, Inglaterra, Escocia y Gales.

La pasada semana preparamos la cita a conciencia y un punto recurrente fue la aproximación positiva al juego, discriminando las faltas claras y obvias que tengan influencia material en el mismo. El papel del árbitro debe asegurar la disputa, seguridad y continuidad del juego, pero no debemos confundir esto con la imagen negativa de sancionador que normalmente se nos achaca. El árbitro no sale al campo a buscar faltas, a pillar al jugador o a favorecer a un equipo, buscamos mantener un orden necesario para que se juegue mucho y bonito, así todos disfrutamos más.

Aunque me meta en un jardín, desafortunadamente en el deporte de masas, el árbitro se sigue asociando a una imagen demoniaca y una mayoría aprovecha para lanzar contra él sus frustraciones y sentimientos de fanatismo extremo. Y esto lo vemos todos los días, por lo que es un patrón normalizado que repetimos cada fin de semana.

Pero no solo los aficionados normalizan el maltrato continuado al árbitro… los ídolos de masas, a los que tantos y tantos niños imitan, todos los fines de semana protestan enérgicamente, insultan y presionan hasta límites nada razonables a los colegiados. ¿Todo vale? Parece que sí.

Fotografía: Luz Fierro @Luzfierrofotos

Por supuesto en el Rugby tenemos una realidad muy distinta, pero aún nos queda camino por recorrer. La empatía (o la falta de empatía en muchas ocasiones) entre jugadores y árbitros ayuda, y mucho, a la buena marcha del encuentro. De forma recurrente escucho a entrenadores y directivos pedir que los árbitros dejemos jugar más… que España necesita aumentar el tiempo de juego para ser competitivos a nivel internacional. 100% de acuerdo. Pero la pregunta que lanzo es: ¿qué estamos dispuestos a poner cada una de las partes para conseguirlo?

Si el domingo sólo queremos ganar, a toda costa, olvidaremos ese objetivo común y utilizaremos todos los medios para conseguirlo, incluida esa recurrente arma de presión visceral sobre el colegiado. Por el contrario, si lo que nos preocupa es el juego, mejorar la competición, atraer interés real por el rugby, entenderemos que el árbitro es un elemento más del partido y dejaremos que haga su trabajo, respetando los fallos que cometa, porque sí, los cometemos.

Y ahora mirándonos el ombligo, ¿qué podemos mejorar nosotros? Por supuesto debemos poner de nuestra parte para trabajar esa falta de entendimiento cuando saltamos al campo. Sigue gustándonos en exceso demostrar lo bien que nos sabemos el reglamento y que allí el que manda soy yo, lo que nos pone automáticamente por encima del jugador. Difícil así tener empatía con ellos que ayude a la buena marcha del partido. Nuestra comunicación, lenguaje corporal y seguridad es clave, y también deberíamos trabajarla. Estilos hay muchos, cada uno lleva su personalidad al campo, pero siempre deberíamos mantenernos al mismo nivel de los jugadores, no confundiendo autoridad con poder.

Creamos y hagamos que sea posible… rompamos con lo normalizado y sigamos mejorando nuestro Rugby. Cada uno desde su lado del rincón… porque quizás algún día entendamos que debemos estar todos en el mismo.

Mientras tanto… ¡SIGAN DISFRUTANDO DEL 6 NACIONES!

 

3 Comments

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  1. 2
    Christian

    Muy buena entrada. Las victorias o derrotas nunca se deberían de achacar a un árbitro. Y menos aún en el caso del Rugby y al nivel del que estamos hablado. Pocos partidos el árbitro ha sido decisivo para un partido, y si que lo ha sido los equipos participantes, con su mejor o peor juego.
    Nunca deberíamos de achacar a otros nuestros propios problemas.
    Y en el caso de que el arbitro se equivocara, sigue siendo un error, como el que puede tener cualquier otro jugador. El problema viene gestionar esos «2 minutos de odio» (1984), un juego, un deporte no ha de ser canalización de nuestras frustraciones, y no deberíamos de permitirlo.
    Gran trabajo Sra.Árbitro.

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