LOS LIONS: CERVEZAS EN LA CIMA DEL EVEREST


“Ahora sal ahí afuera y muestra al mundo lo que todo Stradley conoce”. Esta frase, una de las más conocida de la historia del rugby, jamás se habría producido si no hubieran existido los British & Irish Lions. Y fue pronunciada concretamente en una de las giras más históricas de esta peculiar selección. Stradley es un barrio de Llanelli, localidad de Gales, y la frase se la dedicó Carwyn James, el visionario entrenador que dirigió a los Lions en el 71, a un tal Barry John. El Rey…

Aquella gira del 71 por Nueva Zelanda convirtió en un icono rugbístico a los Lions. Jamás se reunió una constelación de jugadores semejante a la que aglutinó Carwyn James con luminarias como John Dawes (Gales), JPR. Williams (Gales), Gerald Davies (Gales), David Duckham (Inglaterra), Mike Gibson (Irlanda), Barry John (Gales), Gareth Edwards (Gales), Frank Laidlaw (Escocia), John Pullin (Inglaterra), Ian McLauchlan (Escocia), Gordon Brown (Escocia), Derek Quinnell (Gales), Fergus Slattery (Irlanda), John Taylor (Gales), Mervyn Davies (Gales)…

Pero todo empezó mucho antes. Entre 1876 y 1877 se produjo una gira de una selección de cricket liderada por James Lillywhite, formato que los ingleses, Alfred Shaw y Arthur Shrewsbury, exportaron al rugby. En un primer momento la RFU se desentendió, pero al menos permitió que Bob Seddon reuniese un combinado para viajar por Australia y Nueva Zelanda. El grueso de la primera convocatoria estaba compuesto por jugadores de los clubes de la localidad escocesa de Hawick y de la inglesa de Yorkshire. Y a ellos se sumó un galés, William Thomas, y un tipo de la Isla de Man, AP Penketh. El 8 de marzo de 1888 zarpó el barco rumbo a Nueva Zelanda, la primera gira de la historia de los Lions.

Hubo un tiempo, antes de la llegada del profesionalismo, en el que las giras obedecían a una secuencia similar a “partido, hospital, borrachera, autobús, partido, borrachera, hospital”… Pero desde el 95, año de la profesionalización, el Oso Jones las recuerda de la siguiente manera: “despertarse, crioterapia, desayuno, tren, crioterapia, almuerzo, tren, crioterapia…”.

En una de aquellas primeras giras, la de Nueva Zelanda de 1908, el delantero inglés Percy Down se lanzó por la borda del ferry en el mismo lugar en el que lo haría Manu Tuilagi 103 después, en las aguas del puerto de Auckland. Down realizó un salto mortal desde la barandilla y le siguieron seis de sus compañeros. De hecho, uno de ellos sufrió una conmoción cerebral al golpearse en su entrada al agua y se perdió el siguiente partido. Las apuestas con bebidas alcohólicas y los comportamientos desordenados en hoteles y clubes nocturnos han sido denominador común de unas giras que hoy han dado paso a algo más cívico y aburrido.

Quizás la década más esplendorosa, deportivamente hablando, fue la década de los 70. En el equipo del 74, que fue bautizado como los Invencibles, su capitán, Willie John McBride, había ideado una estrategia para defenderse de los golpes que recibían de los ásperos equipos sudafricanos. Cuando McBride gritaba ’99’ cada jugador la emprendía a trompazos con el rival que tenía más cerca, convirtiendo el partido automáticamente en un tumulto. Disputas que siempre se terminaban por arreglar con la ayuda de unas cuantas cervezas frías. Aquel equipo compuesto de banqueros, abogados y agricultores abandonó Sudáfrica ganando la serie por primera vez en 78 años y consiguiendo mantenerse los tres meses de gira invictos.

La de Nueva Zelanda en 1977, considerada una de las más sonadas por las juergas que se corrían, estuvo protagonizada por las andanzas de dos irlandeses, Willie Duggan y Moss Keane. Keane tenía tal pánico a volar que necesitaba la ‘ayuda’ de cinco o seis pintas para subir al avión. El día del inicio de la gira estaba en tal estado de embriaguez que cuando marchó al aeropuerto para viajar sufrió un accidente en el camino al aeropuerto. Pese a todo, llegó y llamó a su madre: ”El coche está en el aeropuerto, está reventado. No te preocupes, ya lo recojo yo a la vuelta. Nos vemos en cuatro meses”. Un buen prólogo de la que se venía encima.

La gira de este año por Nueva Zelanda será la vigésimo novena de los Lions. El destino siempre ha sido el mismo, los tres gigantes del sur: Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica. Desde 1989, dos años después del arranque de la Copa del Mundo, se desarrollan cada 4 años, pero hasta que la IRB se inventó el Mundial jugar en los British & Irish Lions era el máximo honor al que podía aspirar un jugador. Más incluso más que vestir la camiseta de tu selección. De hecho, en las islas británicas los jugadores cuentan entre sus internacionalidades las participaciones con los Lions.

Esta selección concilia un viejo anhelo británico: dominar el mundo del rugby, deporte nacido en suelo inglés. La de 1971 disparó el orgullo de los Lions derrotando por primera vez a los All Blacks en su casa. Y lo hizo porque en aquel equipo estaba Barry John. Hoy no habrá ningún Barry John en la convocatoria que hará pública el neozelandés Warren Gatland, el mismo que llevó a los Lions al triunfo en 2013 en Australia. Sin embargo, completará un grupo de garantías para enfrentarse a la gira más complicada de la historia de los Lions, la que pretende ganar en su casa al mejor equipo de la historia del rugby: los actuales All Blacks, vigentes bicampeones del mundo tras renovar el cetro en Twickenham.

Los ‘turistas’ arrancarán el 3 de junio en Whangarei ante los New Zealand Barbarians y acabarán el 8 de julio en Eden Park ante los All Blacks. Más de un mes en tierras kiwis para disputar diez partidos entre los que sobresalen los tres Test que les medirán a los Nueva Zelanda: 24 de junio, 1 de junio y 8 de julio. Junto a ellos viajará una peculiar troupe de groupies que reúne a acaudalados empresarios y millonarios británicos que vaciarán todos los pubs que se encuentren a su paso y comerán en los mejores restaurantes de Nueva Zelanda haciéndose notar con sus llamativos polos rojos. Polos que este año han sido confeccionados por Canterbury.

 

Y seguro que cuando vayan a medirse a Nueva Zelanda, alguien recordará las emocionantes palabras de Jim Telfer, lion en las giras de 1966 y 1968, que dirigiéndose a los jugadores en el 97 antes de un partido ante la Sudáfrica campeona del mundo, pidió la palabra pese a su condición de ayudante de sir Ian McGeechan e hizo llorar a todos con un mítico discurso que finalizaba con otra frase histórica: “Ganar con los Lions aquí es como subir el jodido Everest”.

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