Uno para todos y todos para uno


Es sábado son las 11 de la mañana y la tranquilidad se ve rota en el Bahías Park. Alrededor de 150 niños de entre 4 y 12 años corretean, juegan, gritan, se forman y, por supuesto, se divierten jugando al rugby.

Aproximadamente 22 años atrás, como cualquier niño de seis años, o del 90% de nuestros amigos y compañeros de clase, nuestro sueño era jugar al fútbol profesionalmente en el Málaga, Barcelona o en el Real Madrid. Sueño que hoy en día siguen persiguiendo muchos niños de su edad y también sus padres. Pero gracias a otros deportes cada vez son más los que eligen otras alternativas.

Como comentaba, mi sueño era jugar algún día en el Barça de delantero y meter muchos goles en el Camp Nou. Por eso mi vida deportiva empezó ligada al fútbol, a lo que jugaba con mis compañeros de colegio.

Con seis años y siendo el más alto y corpulento de mi categoría, el entrenador decidió que mi posición era la de lateral zurdo. Pero tras dos partidos me invitaron a buscar otro deporte, ya que era demasiado bruto y me gustaba demasiado ir al contacto. Confieso que fue una decepción, pues no podía jugar al deporte que me gustaba y no podía jugar con mis amigos. Sin embargo ahora echo la vista atrás y pienso ¡Bendito día el que me invitaron a salir del equipo!

 

Casualidades de la vida, esa misma semana la tía de mi mejor amigo hizo una obra en su bar. Y el encargado de dicha obra era el arquitecto argentino Félix Cuestas, principal impulsor y promotor de las escuelas del ahora Trocadero Marbella Rugby Club. Él fue quien me invitó a probar en un entrenamiento junto a un amigo. Sabiendo que me habían invitado a buscar otro deporte, me invitó a ir con él.

Mi primer entrenamiento de Rugby lo recuerdo perfectamente. Nada más bajar por la cuesta del campo antiguo, Félix vino a darnos la bienvenida. Por entonces habría unos 40 niños con edades comprendidas entre los 6 y los 14 años. Eran los inicios de la escuela,

Empecé el entrenamiento con mi categoría, la Sub-8, pero duré solo 15 minutos allí. El ser corpulento, bruto y mi afición por el el contacto, también supuso una invitación, pero esta vez para entrenar con una categoría más grande.

Y es que el rugby es así: el único deporte en el cual tenemos todo cabida.  Los gorditos éramos los ídolos de nuestros compañeros porque nos llevábamos a los rivales colgados; los bajitos y rápidos eran los definidores, los listos eran los que manejaban el juego, y los altos quienes cogían todas las pelotas de la touch.

Escuela Marbella Rugby Club año 1996

Si vemos cualquier otro deporte esto no se da. Los de baloncesto en su mayoría son altos, en natación es requisito tener un cuerpo atlético… Pero el Rugby es inclusivo, da igual si eres grande, pequeño, alto, bajo, gordo, delgado, rápido, lento… Todos tenemos un hueco y una función determinada, y todos somos importantes porque un equipo es tan fuerte como su eslabón más débil. Aunque el rugby se vaya modernizando y profesionalizando, siempre debemos seguir ligados a los valores que siempre nos han acompañado. Y, por supuesto, seguir premiando lo colectivo frente a lo individual, que para premiar lo individual ya hay otros deportes. Si dejamos de ver así el deporte, ya no será Rugby.

Y aprovecho este post para animar a todos esos profesores de Educación Física, tanto de primaria como de secundaria, para que incluyan Unidades Didácticas de Rugby, ya que aparte de desarrollar las diferentes habilidades deportivas, motrices, e incluso sociales, también estaremos dando la oportunidad tanto a chicas como a chicos de sentirse parte importante del grupo. Ya que como hemos explicado anteriormente, todo el mundo tiene su lugar en un club de rugby.

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